Carlos Manzo, el carismático presidente municipal de Uruapan, Michoacán, se ha convertido en una figura polarizante y, a la vez, aclamada a nivel nacional. Su estrategia frontal y sin concesiones contra el crimen organizado en una de las zonas más conflictivas del país ha incendiado las redes sociales, ganándole el apodo de “El Bukele Mexicano”, pero también la crítica abierta del gobierno federal.

Desde su llegada a la alcaldía, Manzo ha implementado una serie de acciones contundentes que contrastan notablemente con la política de “abrazos, no balazos” promovida por la administración federal. Patrullajes intensivos, la adquisición de vehículos blindados y una postura de cero tolerancia han caracterizado su gestión. La audacia de Manzo no se ha limitado a la planificación; se ha reportado que el propio alcalde ha encarado directamente a los delincuentes, incluso repeliendo agresiones a tiros desde un helicóptero.
Esta aproximación ha generado una clara fricción con el gobierno de México. La presidenta Claudia Sheinbaum ha asegurado que “esas no son formas” para enfrentar la inseguridad, en clara alusión a la mano dura de Manzo. Sin embargo, la respuesta del edil uruapense ha sido categórica y directa: “Los delincuentes no merecen abrazos y no merecen estar por encima de la gente buena”. Esta declaración ha resonado profundamente entre una ciudadanía hastiada por la violencia.
La trayectoria política de Carlos Manzo añade un matiz interesante a su figura. Originalmente militante de Morena, una “mala jugada” –según fuentes cercanas– lo llevó a decidirse por la vía independiente. Una decisión que demostró ser un acierto rotundo, pues arrasó en las elecciones municipales con un apoyo masivo de la gente que vio en él una esperanza para restaurar el orden.
Hoy, la popularidad de Manzo se encuentra en ascenso meteórico. Su nombre ya está en la mira de diversos partidos políticos que buscan sumarlo a sus filas. No obstante, el alcalde ha sido enfático en su visión: el futuro de México, asegura, reside en los partidos independientes, una postura que refuerza su imagen de outsider político y hombre del pueblo.
La otra cara de la moneda de esta popularidad es la creciente preocupación por la seguridad del propio alcalde. La misma estrategia que le ha ganado el fervor popular, lo ha colocado bajo la amenaza directa de diferentes grupos del crimen organizado. Esta situación mantiene en vilo a los uruapenses que hasta el día de hoy lo idolatran por su valor inquebrantable y su efectiva estrategia en materia de seguridad, temiendo por la vida de quien consideran su más valioso baluarte contra la delincuencia. La pregunta que flota en el aire es si el “Bukele Mexicano” podrá mantener el rumbo y seguir pacificando Uruapan, mientras su figura se erige como un símbolo de resistencia y un desafío a las políticas de seguridad tradicionales en México.