-Estamos frente a un procesos electorales vacíos, con candidatos mayormente impresentables, chapulines o improvisados-
Una de las cosas que reveló esta elección es la grave crisis de liderazgos y de cuadros en todos los partidos políticos. No hubo una sola agrupación política que no diera espacio a impresentables, chapulines o improvisados. Sumado a esto, podemos observar que, como suele pasar en todas las democracias parlamentarias, las propuestas generales de todos los actores políticos terminan ecualizándose, especialmente en las elecciones locales en las que las diferencias ideológicas se reducen a los colores que defienden. Con honrosas excepciones, estoy bastante seguro de que una buena cantidad de quienes compitieron por cargos públicos en estas elecciones no podrían dar una definición solvente de “izquierda” y “derecha”, de sus diferencias, ya no digamos de su historia y conceptos más complejos.
Este vacío conceptual e ideológico, en gran parte, es problema de la falta de formación política al interior de los partidos. Los órganos de formación son prácticamente inexistentes y, cuando los hay, terminan siendo tristes capacitaciones electoreras o replicadores sin criterio de las más pueriles simplificaciones de los clichés de cada logo.
No siendo suficiente con eso, cuando la militancia logra conformar interesantes espacios de diálogo, formación y crítica, muy rara vez, por no decir nunca, sus miembros son elegidos para conformar las listas de candidatos a espacios de representación. En resumen, no hay formación, cuando la hay suele ser mala, y cuando no, a las cúpulas no les interesa proyectar a sus miembros emanados de sus órganos de formación.
Esta crisis en la construcción de cuadros afecta tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político nacional. Solo basta echar una mirada a los partidos que integran la oposición para notar su deriva ideológica, su falta de propuesta y proyecto. Ya quedó muy atrás la otrora famosa escuela de cuadros del PRI, y el PAN tiene que lidiar con la tensión que existe entre la democracia cristiana, que cada vez vira más al liberalismo progresista, y sus raíces más conservadoras. Y pues el PRD, que en otro momento fue el núcleo de formación de muchos protagonistas de la izquierda de principios de siglo, hoy tiene menos militantes que palabras en esta columna.
Por su parte, MORENA tiene sus propios problemas a la hora de formar cuadros, y el principal tiene nombre y apellido: Rafael Barajas Durán, A.K.A. “El Fisgón”, el cual recientemente protagonizó un lamentable enfrentamiento con la militancia, al llamarlos “estúpidos e inmaduros” cuando estos, legítimamente, preguntaron por los criterios de elección de las candidaturas en el pasado proceso. “El Fisgón”, al encabezar el INFP de Morena, debería establecer condiciones para el diálogo entre las bases, ayudar a crear un ideario que vaya más allá del obradorismo e impulsar nuevos perfiles, no solapar las prácticas que llevaron a los otros partidos a su debacle y, en ciertos casos, su inminente disolución.
Si queremos partidos políticos serios, la formación política debe ser tomada en serio.